No sabía si hacerlo o no, al final he dicho, me lanzo y lo digo así por lo bajo Estudiaba comunicación audiovisual, porque tampoco supe nunca qué carrera podía ser la mía o como encarar algo así. Los estudios siempre me fueron bien y no he tenido muchas dificultades para sacar notas más que decentes, pero estaba claro que estudiar me gustaba cada vez menos y, o bien encontraba algo que realmente me removiera por dentro, o terminaría amargado al concebir todo eso como una simple obligación.
Fue lo segundo y no pude evitarlo. Al final, de lo poco que aprendí fue que no vas a ser nadie, que no debes pensar por ti mismo, que aprendas como funciona el mundo hoy día, te adaptes chupando como puedas y termines siendo una pieza más que justifica todo este engranaje delirante. Yo quería hacer cine, aunque mi pasión secreta es la música y de eso no quería aprender formalmente. El caso es que, dejando de lado algunos profesores excepcionales, como el de historia del cine, al que guardo mucho aprecio, lo demás me pareció inútil. Y nada de todo eso me ayudaría, de ninguna forma, a hacer buen cine. Ni a hacer cine a secas, que es lo que yo de algún modo pretendía.
Si algún día decido volver será para cursar algo que me aporte más substancia que un título o el reconocimiento de aquellos que evalúan (que por otro lado me importa un bledo). Filosofía sería magnífico, pero se que aquí es historia de la filosofía y nada más. Teología sería interesante también. Pero eso ya, a lo mejor en otro momento de mi vida.